Francesca Woodman: La insoportable levedad del ser

18 Feb

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La inmensidad de su trabajo hace muy difícil hablar de esta gran fotógrafa sin miedo a omitir algún detalle por mínimo que sea pero esencial para comprender, si es que se puede, su universo, su trabajo, su vida y también su muerte.

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Su obra me llena de inquietud y me sobrecoge, no importa cuantas veces haya visto ya sus fotografías, todas dejadas por gentileza de sus padres, George y Betty Woodman. Actualmente se encuentran expuestas al público una pequeña parte de las mismas, unas 120 tan sólo, si las comparamos con las más de 800 que se encuentran en los archivos familiares.

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Francesca Woodman nació en Denver (Colorado) en 1958. Sus padres, ambos dedicados al mundo del arte, pronto influyeron en su carácter y gustos. Francesca estudió en The School of Design en Rhode Island y posteriormente en Italia, y como una de las heroínas de los libros de Henry James, pasó a ser una americana exiliada, impregnada de la belleza y del clasicismo de la vieja Europa, de su vieja cultura, de mansiones vacías, de fantasmas abandonados a su suerte, de sombras y de un toque de locura del que no pudo desprenderse ya.

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Francesca llevaba siempre un diario de su trabajoy bocetaba sus tomas, siempre en blanco y negro.   Su primera exposición llegó cuando tenía 18 años.

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Y su temática siempre la misma, una y otra vez girando alrededor del mismo tema, su propio yo: ella misma convertida en su propio modelo para contar la historia de esa instantánea única en el tiempo. Incluso cuando usó otras modelos, siempre estaba ella presente de una forma u otra.

eabedbb3Aún así, Francesca, casi nunca enseña el rostro, es su cuerpo el que habla de múltiples formas, experimenta con su cuerpo y sólo así consigue esas fotografías tan sensuales, desafiantes en muchos casos. Hay fotos en las que se mira con los ojos de una mujer. Sin embargo, en otras, pararece reflejada con el deseo de un hombre.

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La mayoría de sus fotos están borrosas, se intuye, se imagina su cuerpo o el vacío que ha dejado su cuerpo, ese que ya no está. El movimiento y las largas exposiciones en los tiempos consiguen imprimir ese dramatismo a sus trabajos.

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Muchas de sus imágenes tienen como fondo las antiguas mansiones de estilo victoriano de Rhode Island, también busca inspiración en fábricas abandonadas, en cualquier caso, el fondo siempre acompaña a ese sentimiento de desolación y soledad que impregna su obra.

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Es el deseo de aislarse del mundo, esa decadencia que experimentó en Roma. La imágenes victorianas borrosas, medio diluidas, las sombras y los fantasmas de su mundo interior.

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En 1981 publicó un libro con algunos de sus trabajos «Some disordered Interior Geometries», donde la artista muestra sus fotografías con anotaciones, en blanco y negro y en formato reducido. Esa peculiar forma de trabajar, así como la temática del mismo, le dificultó el encontrar su sitio en mundo del arte. Sufrió rechazo e incomprensión en una época en el que las fotografías de gran formato y con temáticas relacionadas con la moda hacían furor.  Su trabajo era una flor rara que hubiese necesitado de unos ojos sensibles y expertos, más interesados en la estética de la belleza que en el consumismo para poder darse a conocer y tener el impulso necesario que Francesca anhelaba para su obra.

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Henry James llamó » The madness of art» a ese mal que Francesca sufrió: concederle un valor tan desmedido al arte que acaba dañando a la propia persona. Así, su mal llamado «fracaso» como artista, junto con una ruptura sentimental ocurrida en la misma época, la llevó a un intento de suicidio en 1980, tras el cual, decidió refugiarse en la casa de sus padres en Rhode Island, viviendo con ellos por un tiempo.

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Sin embargo, su alma ya se sentía perdida y no había vuelta atrás. En una de las cartas que escribió a una amiga refleja bien este sentimiento de pérdida: «… mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven, dejando varias realizaciones, en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…»

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En 1981 puso fin definitivamente a este sufrimento, a ese no saber volver al camino que había escogido. No supo o no quiso librarse de ese peso, de esos convencionalismos que no concedieron a su obra el valor que se merecía, y a ella misma, ese asombro que todo artista busca encontrar en el ojo del que mira su obra, ese asombro único y necesario, sin el cual no se puede seguir creando nada.

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Como las almas retratadas en sus fotografías, etéreas, volátiles, ligeras como la brisa más sutíl, Francesca se lanzó al vació saltando desde una ventana del loft donde vivía en New York en 1981. Un reflejo de su obra, de la forma en que entendía la vida, el arte y el amor.

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Muchas de las artistas actuales se han impregnado de su trabajo, lo han continuado, lo han ampliado. Francesca en última instancia, no podía saber lo que iba a representar para las futuras generaciones: esa puerta de entrada al mundo de los sueños, donde la decadencia, la sensualidad, la soledad y la desolación van de la mano. No podía imaginar que al final, triunfaría su forma de entender el mundo, que su trabajo sería el reflejo y la influencia necesaria para que otras muchas artista venidas detrás triunfasen donde ella no pudo.

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Para saber más:

Francesca Woodman (1958-1981). Scalo Books.

http://www.heenan.net/woodman/

 

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All Photographs pertenecen al fondo del la artista. The Estate of Francesca Woodman.

 

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Para acompañar a Francesca

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

http://en.wikipedia.org/wiki/Francesca_Woodman

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